Eres como el callao silencioso que acompaña mi cojera,
siempre servicial en tu cometido.
Voy notando la letanía trashumante del hueso,
de mi fémur, deslizándose hasta la tibia y el peroné.
Tú ¡amigo mío!, vas pegado a mí
observando el paso del callao.
Mi constante cojera ha arraigado en ti.
Tu ritmo saltarín y acelerado
ahora olfatea los pequeños estragos del camino
tal como un pequeño guijarro
por el cual perdería el equilibrio.
Tu caminar se ha convertido en jocoso y mutilante.
Me miras, te miro, te miro, me miras. ¡Siento bondad!
Y en tus ojos vivos veo el esfuerzo reprimido
reteniendo tu alegre cuerpo, que desgasta a raudales
tu indescriptible alma animal.
Lara Pi, agosto 2009
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