miércoles, 7 de octubre de 2009

HISTORIAS DE LA PUTA MILI




En el Regimiento de Infantería Barbastro 43, los quintos, los milicos, como dirían los latinoamericanos, pasaban hambre de varios tipos; el lector ya me entiende.
En el Regimiento de Infantería Barbastro 43, una tarde que el corneta tocó a paseo, el soldado andaluz Delfín Trigueros salió escopeteado del cuartel en dirección al pueblo. Iba cargado de buenas intenciones. Él tan solo quería ver, andar y tomarse unos vasitos de clarete en alguna de las tabernas. Por el camino, iba tarareando la canción de Perales: ....Y los domingos... a pelear hembras.....

Pero hete aquí que al pasar cerca de la Estación del Ferrocarril divisó una moza garrida, loçana e bien colorada, que diría el Arcipreste de Hita.
Pechaba la moza con un voluminoso equipaje; un voluminoso equipaje que a duras penas podía mover e iba arrastrándolo hacia el tren que la llevaría al pueblo más cercano, distante a 20 kilómetros.
Trigueros, al ver aquella odalisca tetuda y culona en tales apuros, no se lo pensó dos veces y se ofreció caballerosamente a ayudarla en aquel trance.

- Muchas gracias, soldado, por tu ayuda. Me llamo Conchita Puig.
- Delfín Trigueros, pa comete, perdón, pa servite.

Total: que en un santiamén, ya habían tomado asiento en el vagón, enzarzados en una animosa e íntima charla. Y hablaron durante tanto y tanto rato, que no se apercibieron de que el factor de la estación ya había dado vía libre al tren para salir. Se apercibieron de ello al sentir la brusca sacudida del tren al arrancar.
Viendo Trigueros, horrorizado, que el tren ya estaba cogiendo carrerilla, camino de Monzón, quiso tirarse por la ventanilla; pero la chica le tenía asida la mano....

- Quédate aquí conmigo. Cuando lleguemos a Monzón, tomas el tren de vuelta.
- Si, sí. ¡Cómo no! Claro que sí, Conchita... mmm… Dame un beso.....

Y así, entre besitos y arrumacos, se le pasó volando la tarde a Delfín.
De vuelta al cuartel, ya de noche cerrada, el centinela le echó el alto.

- ¡Alto ahí! Cabo de Guardia: avisa al Teniente. Dile que ha regresado Delfín, el desertor.



Salió el teniente Custodio, con cara de pantera sonámbula.

- ¿Quién vive?
- Lo que es por la presente, me figuro que vivo, mi teniente. Aquí se presenta el soldado Delfín Trigueros.

El teniente Custodio tenía muy mala leche. Desenvainó el sable y apuntando a la garganta de Delfín, le espetó,

- ¡Soldado: abróchate la bragueta del pantalón! ¿Cómo es que llegas a estas horas al cuartel, ein? ¿Ein?
- Verá usted, mi teniente... He conocido a una chavala; me enrollé tanto con ella que se me pasó la hora de regresar.
- ¡Ah! Con que esas tenemos, ¿eh? Y dime, ¿te la has tirado? ¿Sí o no?
- Pos no, mi teniente. Acababa de conocerla... Comprenderá usted...
- ¡Cabo de Guardia! -rugió el teniente Custodio- Arreste a este perdedor y enciérrelo en el calabozo. Y que mañana le rapen la cabeza al cero.

Y así fue como le dejaron la cabeza como una bola de billar. La primera y única vez que le cortaron el pelo al cero al soldado andaluz Delfín Trigueros.
Después de este episodio, recibió varias cartas apasionadas de Conchita Puig, pero él ya no le hizo el menor caso. Él tenía ya su novieta en Cataluña, que estaría esperando a que lo licenciaran, con la flor Edelweis oculta entre las páginas de un libro cualquiera.

MIGUEL RAMOS

1 comentario:

  1. Miguel muy buena tu historia de la puta mili reflejas la realidad de tiempos pasados que no deben quedar en el olvido

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