viernes, 4 de septiembre de 2009

SOLEDAD SOCIEDAD

No mintáis,
no mintáis buen hombre,
no soltéis vanas palabras,
ni faltéis testimonio.

Que la sociedad es sabia
y no se puede engañar.
Él solo se ha marginado
y ahora culpa a la sociedad
del desaguisado.

Escuchas el canto del búho,
solitario, tienes envidia,
solo como un naufrago,
preñada de islas por doquier
habitadas por don Nadie,
tan solo un canto de un ruiseñor lejano,
el ronquido de un ancestro mar,
playas solitarias y bucólicas
de una sociedad a la que le gusta gritar.

¡Pobre sociedad!

Soledad,
nada más que sociedad,
vacilamos de sociables,
qué mentira más grande,
somos pobre animales racionales.

Pobres,
¿quién de nosotros engaña?
Todos o casi todos.
Si en lo más simple lo cagamos.
Nuestros pobres viejecitos,
esos que nos han hecho
y nos han educado,
los arrinconamos a todos
y a la residencia los llevamos.
No nos damos cuenta
que por el mismo camino vamos.
Y con la misma moneda pagamos.

La vieja encina
aunque sola en el campo
da cobijo a infinidad de aves y animales,
es solidaria y retoza de alegría.

¡Qué pena!
Que abre sus ramas como gallina
que cobija a sus polluelos.
Bendita voluntad que abre los cielos.
Solo. ¿Solo y para qué?
Si no somos nada.
Nuestra soledad es ignorada,
comprar nuestra soledad,
no cuesta nada.

Acentuar la ventura
rodando en un universo inmenso,
capaz de asimilar poblaciones
superpobladas, aglomeraciones.

Si el silencio de la naturaleza,
todo queda escrito,
caligrafías y manuscrito
con letras de oro.
Bazofia y podredumbre,
borrones y punto,
cuadricomía y fotografía
de alto valor,
donde la vista y el buen gusto
hace de un paisaje
y poder retozar.

Roto por el ruido
de un sigiloso y a la vez
ruido de las hojas al caer,
oteando al universo,
la brisa tenue agravará
la soledad más intensa,
encerrado en una inmensa bola,
las neuronas acentúan
en el sumo grado,
lo que no quiere ver.

No quiero encerrarme en mí mismo,
y contemplar el espectro.
Pero regalarme un algo más,
la luz del astro rey
y con eso quedaré contento,
al menos por un momento.

Al atardecer cada día
cuando vagando
aunque me encuentre contento,
el azote del viento
se adueñe de mí
Y susurrando al oído
en el más sepulcral silencio,
tan solo el balanceo del ciprés
como inclinadose y dándome un beso,
mi soledad volverá.
Venceré un y otro día
soy humano y por eso
lo exclamo cada día.

Soledad, Sociedad

¿Quién lo diría?

HIGINIO SAN MILLÁN

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