viernes, 4 de septiembre de 2009

UNA ETAPA DE MI VIDA

Yo soy tallo de un rosal que pertenecía a mi madre. Lo cuidé mucho para así siempre poder su belleza reflejar. Nunca lo deje tocar hasta que llegó el amor a mis veintisiete años. Un joven albañil que de jardín no entendía, mirando a la jardinera le pidió salir un día. En nada, descubrió que había buen terreno. En tres meses hubo boda, lo trabajó y triunfó, dando vida en él. En poco tiempo, unos tallos, hojas tiernas y cuatro flores, nacieron. Todo era maravilloso. En mí todo era fiesta, tan hermosa sensación sentir el misterio de la vida a la que quieres y cuidas más que a la tuya propia. Hasta me sentía importante, estaba colaborando en la gran obra de la creación. El resultado fue tan bueno que acumulé alegría ¡Ay qué etapa de mi vida! Después el camino no fue plano, que sufrí de que manera. Estoy contenta de lograr superar todo lo que me vino en mi vida. Ahora que estoy más por mí, noto que mi exterior esta cambiando. No me importa, son los años. Ni me dio tiempo para preocuparme. Cuando más tranquila estaba, desde lo más profundo, he vuelto a sentir cantos de alegría. La tercera de mis flores le ha dado un vuelco a mi vida, ha seguido mis pasos. Tres brotes, tres nietos nacieron. Están bien hechos y muy guapos. Son la alegría de mi vida y también un sin vivir. Cuando los tengo conmigo ellos me cargan las pilas, la casa pierde la estética. A la vez, la llenan de aire festivo, con su encanto y el trabajo que me dan. Borran mis preocupaciones y brota la armonía. Con su aroma angelical mi corazón toma vida y yo, como todas las abuelas, voy derrochando amor intentando que dure toda la vida.
Salomé Díaz

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