El retrato de mi madre
siempre lo llevo en mi pecho
y cuando voy a acostarme
lo saco y le doy un beso.
Mi adorada madre
era buena y sencilla,
yo nunca la olvidaré
porque mucho la quería.
Ocho hijos que crió,
con penas y con fatigas,
a los ocho amamantó
y orgullosa se sentía.
Si alguno estaba enfermo
nos cuidaba noche y día,
estaba tan preocupada
que ni siquiera comía.
Casi nunca se enfadaba
y si alguna vez lo hacía
motivos no le faltaban
con la colla que tenía.
Su sonrisa y su alegría
las tengo en mi corazón.
Siempre pienso que algún día
con ella marcharé yo.
En el pueblo que vivía
los vecinos la adoraban
y el día que ella murió
hasta los niños lloraban.
Ofelia Picón
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