jueves, 3 de septiembre de 2009

¡NIÑAAA! ¡AVELLANA Y TURRÓN!

Los niños de antes estábamos acostumbrados a no comer más chucherías que las que daba el campo.
Así, cuando aparecían los puestos de turrón, en víspera de feria, se nos ponían los ojos como platos al ver tantas golosinas. Sobre todo el turrón que vendían los trozos a peseta cada uno. En casi todas las calles había un puesto. Daba gusto ver aquellos cestillos llenos de garbanzos tostados y de avellanas, con aquellas medidas cuadradas de madera.
Los chupetes de caramelos, las garrapiñadas, que las hacían allí mismo, con un olor que inundaba las calles.
Cuando paseaba por la feria, las mujeres de los turroneros con sus delantales blancos y su cesta de mimbre al brazo, gritaban a la hora de la siesta:¡Niñaaaa!, ¡Garbanzos tostados, avellanas y turrón! Yo las sentía porque a esa hora los niños estábamos recogidos en casa.
Mi madre salía y nos compraba garbanzos tostados.
Con solo eso éramos todos felices.
Todo nos llamaba la atención porque en las tiendas siempre hubo chocolatinas, caramelos y de todo… Lo que no había eran manejos… vamos, dinero como del que hoy disponen los chiquillos con sus pagas semanales.
Por eso las chucherías eran las bellotas, las pipas, los piñones, los altramuces, las castañas, el paloduz, el palmito, la algarroba, los madroños, los higos chumbos, las moras blancas o negras…
Hasta las acacias nos comíamos.
Las chucherías de antes las daba la naturaleza aunque muchos hoy no se lo crean.
En fin, esta ha sido mi historieta.

Eulalia Milla 

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