En mi pueblo, cuando no llovía se hacían rogativas en la Parroquia de la Asunción para que fuera todo el pueblo. La Virgen estaba en la ermita de la sierra, a dos leguas del pueblo.
Yo fui a la rogativa. Ese año yo estaba embarazada de mi hijo el mayor que nació en Lora del Rió. Fue en marzo del 1958.
En la rogativa se acordó que los Loreños se dirigieran a la sierra para que llevaran a la patrona al pueblo para que lloviera, no solo en Lora sino en todo el valle andaluz.
Ese mismo día por la noche, tocaron las campanas de Santa Ana. Enseguida, todo el pueblo acudió para escuchar lo que decía el hermano mayor de la Virgen. Dijo, “Hay que pedir que venga la Virgen”. “Sí, que venga la Virgen”, decían, “La única que nos puede remediar estos males y con fe de que nuestra Virgencita salvará a su pueblo”.
Se buscó al anciano mas viejo de la Roda de Arriba que es una calle muy larga. Está la Roda del Medio y la Roda de Abajo. Entronaron al pobre anciano en un sillón de anea muy alto. Al viejo lo llevaban como si fuera el Papa. Cuando alzaban al viejo del sillón, daba un grito, “¡Viva nuestra Madre de Setefilla!” Y el pueblo contestaba, “¡Viva el orgullo de Lora”, entre vítores y lágrimas.
Una hora más tarde, sobre las nueve más o menos de la noche, todo el pueblo iba por las calles pidiendo a su Madre Amorosa que rogara por todos los feligreses. Yo sé que ese día fue el Rosario de los hombres, porque había costumbre que cuando estaba la patrona en la ermita de la sierra se hacía una romería que solo iban mujeres u hombres. Ese día fue mi marido con mi cuñado Salvador. Cuando volvieron fue cuando sacaron al viejo para pedir que lloviera, porque los campos estaban sequitos.
Yo estaba cumplida del embarazo y lo más emocionante que me ha pasado en mi vida fue cuando íbamos por las calles vitoreando a la Virgen con mi Isabel, su marido y el mío. Aquello fue espectacular, empezó a chispear. Las gentes lloraban de emoción diciendo, “¡Viva la Virgen!”, una vez y otra. A los que llevaban paraguas se lo quitaban. Yo me puse toda mojada, sobre todo la panza que la tenía bien gordita.
Esto fue el 23 y el 24 nació mi primer hijo, un día inolvidable para mí.
En fin, sea verdad o casualidad yo lo he vivido y tengo mucha fe en estas creencias. Al final llovió suficiente para los campos.
Me despido con un “¡Viva a la patrona de Lora del Río!” que es mi pueblo.
Como he dicho, sea un milagro o casualidad que lloviera, para mí fue una experiencia inolvidable en mi vida.
El año pasado fui a la ermita el ocho de septiembre. Estuve delante de ella, ya vieja y cansada, pero orgullosa de verla.
EULALIA MILLA 10-1-2010.
Es un relato muy conmovedor, me alegro de que pudieras volver a tu pueblo para ver la ermita.
ResponderEliminarIsabel y tu siempre teneis algo que contar, de experiencias interesantes y llenas de cariño.
Un fuerte abrazo,
Nuria