martes, 1 de diciembre de 2009

EL MOLINO DE LA SOLEDAD




EN MIS VACACIONES

He estado pensando que tenía que escribir algo para el Club de Escritores, pero no se me ocurría nada.
Un día de este verano me vino al pensamiento algo que contar de mi pueblo, de Lora. Recuerdo que había un molino de aceite que le llamaban El Molino de la Soledad, cerca de la alameda del río. El molino de aceite no lo conocí porque dejaron de prensar y lo utilizaron de granero de cereales.
El molino era de unos señores que tenían bastantes tierras y cortijos, en el molino tenían sus caseros. Entre ellos estaba la Tranca del Infierno. Yo nunca supe si era casada o soltera. Siempre la conocí viejecita, vestida de negro y con pañuelo en la cabeza. Y siempre en El Molino de la Soledad. Esto que he escrito es una introducción de lo que yo vi en aquellos tiempos.
A continuación, os voy a contar la historia de esta señorita o señora o la Tranca del Infierno.
 

EL MOLINO DE LA SOLEDAD


Era larga muy larga y fina como un ciprés. Vestida de negro parecía una viuda amargada. Mis amigas y yo, al caer la tarde, íbamos a la alameda que estaba delante del molino. Para verla, nos poníamos lejos. Se sentaba en su mirador, rodeada de gatos,  mirando hacia el cielo. A las gentes, apenas las miraba. Mis amigas y yo enseguida nos íbamos de aquel lugar porque nos causaba respeto verla. Nunca nos metimos con ella pero para mí fue una mujer extraña y el molino se me hacía misterioso.
Vivía no sabíamos en que rincón del ya abandonado molino, aunque todavía en aquel tiempo se seguía usando como granero. Yo me acuerdo de haber visto a algunos hombres llenando los sacos de trigo. Ella no salía de sus aposentos hasta que terminaban de faenar sus cereales. La tranca del infierno, como todos la llamábamos, solía salir a comprar a última hora o cuando cerraba la tendera que ya la conocía y la esperaba para venderle lo que le hiciera falta. Lo compartía todo con sus gatos y los ratoncillos. Ella, por lo que yo sentía, había vivido toda su vida a sus anchas en El Molino de la Soledad.
Tenía la cabeza pequeña y movía con un raro tic nervioso sus ojos diminutos. No  podía soportar que le llamaran señora. Los niños, que conocían su debilidad, se metían con ella, le decían, “¡Hola señora!” Ella se enfurecía. Lo menos que les llamaba era hijos de… y demás palabrotas, mientras buscaba piedras para arrojárselas. A veces, los niños pueden ser crueles, pero para ellos era como una diversión.
La verdad es que había sido rebautizada como La Tranca del Infierno. Lo cierto era que cuando le gritaban “¡Señora!”, se ponía hecha una fiera, insultando a todos lo que se ponían delante. En fin, aunque a ella no le gustase la Tranca del Infierno era alta y derecha como una señora. Con todos mis respetos, que yo le tenía a ella.   


Eulalia Milla, 9-8-2009

3 comentarios:

  1. Felicidades Eulalia, bonita historia.
    Besos.
    Manuela

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  2. La historia es un poco triste, por lo que he leido, la mujer estaba sola con los animales, y no andaba bien de la cabeza.
    Creo que nadie deberia de sentirse solo nunca, y mucho menos que los niños la insutaran.
    Eulalia felicidades, por tu historia.

    Afectuosamente.
    Nuria.

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  3. ¡Hola Eulalia!
    Seve que los rica infancia y los momentos vividos de la juventud queda gravada en la memoria y por eso so ricas vivencias para escribir, ¡Feliciades!
    Higinio

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